El nombre kayapó surgió a inicios del siglo XIX, dado por grupos vecinos, y significa “los que se asemejan a los monos”, aunque ellos se autodenominan Mebêngôkré, “los hombres del lugar del agua”.
Población y ecosistema kayapó
La tribu kayapó vive en aldeas dispersas en la cuenca alta de varios afluentes del río Xingú, en el centro de Brasil. Su territorio, casi del tamaño de Austria, está dominado por selva ecuatorial, salvo algunas áreas de sabana en el este. Poseen una cosmología, una vida ritual y una organización social altamente complejas, junto con una relación intensa y ambivalente con la sociedad brasileña.
Economía y organización social
El pueblo kayapó practica una agricultura de subsistencia —principalmente mandioca, maíz y frutos nativos— y son expertos recolectores. La caza y la pesca complementan su dieta, usando arcos, flechas, lanzas o técnicas tradicionales como venenos vegetales.
La tribu kayapó muestra gran respeto hacia las mujeres, responsables de la recolección, la agricultura y la crianza, mientras los hombres cazan y protegen la aldea. La sociedad se organiza en clanes y cada persona asume roles según edad y género. Las decisiones colectivas se toman en las malocas, donde los ancianos actúan como consejeros.
Las ceremonias del pueblo kayapó marcan los ciclos vitales. Destacan el “Ritual del Jaguar”, donde los jóvenes prueban su capacidad como guerreros, y la “Fiesta del Hombre Tatuado”, que celebra la entrada a la adultez mediante pinturas corporales simbólicas.
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Arte y arquitectura
En el arte kayapó tienen relevancia las máscaras que usan en distintos rituales. Las mascaradas conocidas como los "hombres mono", se refieren a un ritual donde los hombres kayapó utilizan máscaras de mono durante bailes cortos. Además de las máscaras de mono, el pueblo kayapó utiliza otros tipos de máscaras, como las máscaras Karõ, que se confeccionan para personajes específicos en algunas fiestas, como el ritual de nombramiento Kôkô. Un ejemplo es la máscara del Tamanduá-Bandeira (pàt karõ), que simboliza la relación cercana entre marido y mujer.
La arquitectura kayapó se organiza en torno a una gran plaza circular que estructura toda la aldea y simboliza la vida social del grupo. En el centro se ubica la casa de los hombres, espacio ritual y político, mientras que alrededor se distribuyen las viviendas familiares, tradicionalmente construidas con técnicas indígenas como estructuras vegetales y techos de paja. Aunque hoy existe una clara mezcla entre materiales y métodos tradicionales y externos, los kayapó reinterpretan cada innovación según su propio sistema cultural —el kukradjá—, manteniendo la esencia de su organización espacial.
Estética y creencias
La pintura corporal es una marca distintiva. Hombres y mujeres decoran sus cuerpos con tintes naturales como el urucú (rojo) y el genipapo (negro), ligados a la protección espiritual y a su conexión con la naturaleza. En el mito de la Mujer Estrella, la pintura permite la transformación de estrella a ser humano.
Pintar es una tarea principalmente femenina. Tras el baño vespertino, todos se aplican genipapo y luego achiote para dar brillo y fragancia. También afeitan el cabello al estilo kayapó y lo ungen con aceite de babasú.
La tribu kayapó habla una lengua que pertenece a la familia Gê y, pese al contacto con el portugués, sigue siendo clave en su identidad. La tradición oral es central y transmite sus mitos y saberes.
La cosmovisión kayapó está estrechamente ligada a la naturaleza. Destacan mitos como el del “Sol y la Luna”, que explica el origen del mundo. El jaguar, símbolo de fuerza y poder, es ampliamente venerado.
Retos del pueblo kayapó
Los kayapó colaboran con ONGs y organizaciones ambientalistas para defender su territorio. Bajo líderes como Raoni Metuktire, han impulsado campañas internacionales. En 1989 lograron frenar la construcción de una gran represa en el río Xingu que habría inundado sus tierras.
La autora de estas imágenes, Ana Robles, es médica veterinaria, psicóloga social y fotógrafa, y es en la fotografía donde ha encontrado su verdadera pasión. Su trabajo con comunidades indígenas brasileñas —incluyendo los kayapó, karajá,mehinaku y waurá— combina sensibilidad estética y profundo respeto cultural, revelando formas de vida que pocas personas tienen la oportunidad de conocer de cerca.
"Desde chica tuve interés en saber de gente de distintas partes del mundo. Hablaba con mi abuelo, un sabio hombre de campo, sobre otras cosmovisiones y cuando pude, ya siendo grande y con dos hijos, salí al mundo. Quedé fascina, los viajes fueron conocimiento. La fotografía era traerme un recuerdo de cada lugar que visitaba y una forma de mostrar a todos, que había otras realidades.
Fui aprendiendo dónde, cómo y cuándo hacer las fotografías. No tuve inconvenientes de acercarme a la gente, de hablarles en mi idioma y recibir respuestas entendiéndonos perfectamente, fue y es maravilloso.
Mi última experiencia fue en Brasil. El Amazonas es la gran Pacha Mama del mundo y allí vive mucha gente. Ahora sé que hay muchas tribus que aún no han sido contactadas, pero también que la selva protege a muchos otros pueblos que enfrentan amenazas significativas debido a la deforestación, a la expansión de miles de hectáreas cultivadas o usadas para la cría de ganado, entre otras actividades.
De la mano de Last Places visité algunas comunidades de la tierra indígena del rio Xingú, pude presenciar ceremonias, cantos, bailes y tener el honor de recibir un nombre, acto muy importante para ellos y por supuesto, también para mí. Mis fotografías tratan de contar un pedacito de esas valiosas culturas, que aún persisten. Ha sido una gran experiencia."