Myanmar, conocida como Birmania, figura oficialmente como el tercer país con menos delincuencia del mundo, y uno de los percibidos como “más amables”.
Esta nación del sudeste asiático cuenta con más de 100 grupos étnicos, y limita con India, Bangladés, China, Laos y Tailandia. Rangún es la ciudad más grande del país y está formada por desbordantes mercados, numerosos parques y lagos; y la altísima pagoda Shwedagon cubierta de oro, que contiene reliquias budistas y data del siglo VI.
En Myanmar encontramos sociedades que hasta hace escasamente una década no conocían el turismo. Rituales animistas mágicos se abren paso entre huesos de animales a modo de tótems. Prácticas de modificación corporal vinculadas al más allá, unas tradiciones musicales de lo más peculiares, grupos étnicos seminómadas minoritarios y representaciones estéticas tibeto-birmanas completan el mosaico de esta región asiática.
Una de estas minorías son las mujeres Padaung que habitan el estado Shan. Desde la edad de cinco años portan un pesado y largo collar metálico, que va presionando poco a poco la clavícula hacia abajo mediante la adición de anillos, haciendo que parezca que tienen el cuello más largo. Cuello largo, signo de belleza o riqueza y símbolo identitario.
Por otro lado, el estado Chin es una de las zonas más desfavorecidas y aisladas de Myanmar. En esta región cohabitan diversos grupos étnicos que han llevado a cabo, durante siglos, la práctica de los tatuajes faciales en mujeres, hasta su prohibición en los años 60. El tatuaje era un signo de que la chica había alcanzado la madurez y estaba lista para desempeñar roles de adulta, como casarse, encargarse de la casa y criar niños. También servían para resaltar la belleza de la mujer, especialmente debido a que estos tatuajes eran adaptados para encajar y potenciar las características faciales de la portadora. Adicionalmente, eran marcadores étnicos.
Finalmente, Bagan, capital de varios reinos históricos pre coloniales y declarada Patrimonio de la humanidad por la Unesco en 2019, se presenta ante el viajero como un conjunto de reminiscencias de varios estilos arquitectónicos antiguos, siendo un complejo formado por más de 10.000 estupas, pagodas y templos que se construyeron entre los siglos X y XII, en un área de tan solo 42 kilómetros cuadrados.