Los visitantes extranjeros comenzaron a visitar al pueblo mursi en la década de 1980, atraídos por su tradición única de estirar sus labios inferiores con discos de madera o arcilla. Hasta entonces, la región etíope del valle del río Omo había estado cerrada a los extranjeros (incluidos los misioneros cristianos y las ONG occidentales) desde que fue conquistada por el rey Menelik a finales del siglo XIX.
Con la llegada del turismo, también empezaron a llegar colonos de la superpoblada meseta norte de Abisinia. Primero, eran unos pocos. A principios de la década de 2000, cientos de inmigrantes afar y oromo habían hecho del salvaje sur de Etiopía su hogar. La expropiación de tierras (por la fuerza) por parte de los recién llegados, apoyados por el gobierno central de Addis Abeba, y la creación de grandes planes de irrigación para producir cultivos de exportación a gran escala, como caña de azúcar y algodón, comenzaron a crear una seria presión sobre los mursi. Para entonces, el mito de la ‘Tribu Guerrera’ era parte del imaginario popular, pero pocos conocían el estrés que vivían estas personas.
Cuando el equipo de Last Places organizamos viajes para conocer tribus que mantienen su propia cosmología y formas tradicionales de economía y estilo de vida, tenemos la ambición de comprender su situación actual. No nos gusta centrar la experiencia de viaje en meros encuentros superficiales, basados únicamente en intercambios económicos y la fotografía. Queremos saber, comprender y apoyar la causa de la diversidad cultural. Los mursis luchan porque su estilo de vida está amenazado y sufren abusos por parte de la sociedad dominante. Queremos crear conciencia sobre su difícil situación.
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A pesar de la presión constante, la mayoría del pueblo mursi se está adaptando a la nueva situación. Esa es una característica de la especie humana: sobrevivir o morir. La tribu mursi quiere seguir viviendo, y gracias a la presión de organizaciones especializadas y a su presencia en el gobierno central, sus tierras tribales (al menos parte de ellas) están siendo reconocidas. Además, se les permite vivir en el Parque Nacional Mago, donde pueden trasladar su ganado sagrado para pastar y beber agua. La caza de grandes mamíferos está prohibida desde 1978, pero se permite la caza y la pesca a pequeña escala. El turismo “regulado” permite a muchas familias mursi tener un ingreso extra. Con el dinero obtenido por los visitantes extranjeros, los mursi pueden comprar bienes en el cercano mercado de Jinka.
Last Places ha estado colaborando con líderes y comunidades mursi desde 2013, cuando visitamos su territorio por primera vez. Estamos tratando de apoyar a estas personas mostrándoles respeto y escuchando sus quejas e ideas. Intentamos reducir la brecha entre los mursi y las autoridades regionales para que puedan mejorar su nivel de vida (apoyo médico y educación adaptada a su condición seminómada).
© Fotografías de Aníbal Bueno y Jordi Zaragozà Anglès tomadas durante un viaje a Etiopía.