Las jóvenes de las tribus ntomba y ngombe, originales de la región de Ecuador en la R. D. del Congo, se convierten en walés (mujeres que dan el pecho) tras ser madres primerizas. En ese momento inician una vida de reclusión en la que pasarán varios años dedicándose exclusivamente al cuidado de sus hijos.
Una walé, en cuanto tiene un bebé, deja a su marido y se traslada a la choza de su madre, donde permanecerá confinada. Ahí, llevará a cabo su iniciación como madre y como mujer. Unos meses más tarde las reglas se relajan. Pueden salir y entrar, siempre y cuando vayan acompañadas por sus 'guardaespaldas' (mujeres de la familia, ya sean hermanas, tías, jóvenes o niñas), ya que es necesario que haya testigos que la vigilen en todo momento, sobre todo si se relacionan con algún hombre.
Las walés están sujetas a muchos tabúes: no pueden mantener relaciones sexuales, ni hablar a solas con ningún hombre, ni trabajar, ni salir del poblado, ni servir la comida, ni cocinar... El objetivo es evitar cualquier cosa que pueda estar contaminada por el esperma masculino, puesto que los pigmeos creen que envenena la leche materna.
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Está en juego el honor de la familia y del clan. Cuanto más escrupulosa sea la walé respetando estos tabúes, más prestigio obtiene para su clan. Luego, se la tratará como a una reina: pintura corporal roja que se le aplica en cara y cuerpo, pulseras de cobre, un matamoscas, un tipoy (palanquín), etc. Sus 'guardaespaldas' trabajan para ella: preparan su comida, se ocupan de su seguridad y también de su salud. De esta manera, la walé se puede centrar en ser madre y en criar a su bebé. La comida que le sirven a ella y a su hijo es la de mejor calidad, no solo para preservar su salud, sino sobre todo porque una walé debe ser oronda, fértil y seductora. Vive semidesnuda para despertar el deseo de los hombres. Este hecho incrementa su mérito cuando cumple con el tabú sexual y los rechaza a todos.
El esposo de la walé debe cubrir todas sus necesidades y juntar el dinero para pagar la ceremonia de fin de la reclusión. En ella, recibe la 'maleta', una dote en la que encontrará lo necesario para su nueva vida: objetos personales, zapatos, ropa, etc. Los problemas económicos del país están obligando a los pigmeos, que son cazadores-recolectores, a vivir en la ciudad largos periodos en busca de trabajo. Por eso, las reclusiones son cada vez más largas, lo que fomenta la poligamia. A veces el marido no vuelve y es la familia o un nuevo pretendiente el que asume los gastos de la ceremonia.
El ritual walé es siempre a primera hora de la tarde de un domingo. Durante tres horas, la walé habla de ella, a través del canto y de la danza; unas veces sola, otras acompañadas. Se glorifica a sí misma, presume de sus méritos. Al final de la ceremonia, se coloca en una plataforma que, conectada a un sistema de poleas y lianas, la eleva por los aires. La walé vuelve a ser otra vez libre y se le levantan los tabúes. Tras la ceremonia, recuperará su vida normal, saliendo del poblado para ir a trabajar al campo con el resto de mujeres.
© Fotografías de Jordi Zaragozà y Xavi de las Heras
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